Burbujas y problemas cardíacos

    Esa sensación de mezcla de estabilidad picos de felicidad y picos de tristeza. Cuando todo tu mundo se cae y se levanta una y otra vez. Y te sientes como en una burbuja. Y ya nada tiene relación contigo, el mundo es agua y tu eres fuego. Eres el que huye, el que se evade por seguridad propia. El que hace que aún quede un poco de calor en su propia vida, y en la de los demás. Pero el miedo te puede, y ya no eres capaz de acercarte a nadie sin ver el peligro, sin sentir que pueden apagar tu llama. Es como si cada gota de agua conllevase al fin de tu existencia. Pero a veces se nos olvida que el fuego también puede con el agua. Que el agua creó el oxígeno que alimenta cada llama. Que podemos evaporar todas las gotas de agua que queramos, que si nos lo proponemos, podemos con cada lluvia que se nos proponga. Pero estando en nuestra propia burbuja, en esa cápsula hermética contra el frío, el dolor, justo ahí, es donde, pese al vacío y la soledad, más seguro está uno. Pequeños retos que nos propone la vida. Y maldita la vida que se aburre y como consecuencia pagamos en monedas de retos y victorias sus diversiones. Y con derrotas sus burlas. Porque, a veces, también parece que la vida necesita burlarse de nosotros. Y ¿qué tipo de broma de mal gusto es esta? Que alguien venga y me ayude, que yo de mi burbuja me parece que no salgo. Mi calor propio y mi seguridad frente a subidas y bajadas continuas, frente a montañas rusas. Peligro, no recomendado para personas con problemas cardíacos.

Alberto Puntas.

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