Dejadme vivir en mi mundo de miel y café

Es una orden. Dejadme vivir en mi mundo de miel y café, donde el sol es más sol, las nubes menos nubes y la lluvia moja menos para dejarme, impasible, correr debajo. Donde la belleza carece de cánones, el respeto no se conoce porque jamás dejó de existir, donde no hace falta hacer aspavientos en medio del mar para que te rescaten.

Que si mi mundo es de expectativas ¡pues que lo sea maldición! ¿O acaso os veis con la suficiente licencia como para establecer juicios? Pues mientras vivo dejo mi autoría a todo lo que acontece, me hago dueño de mis silencios y esclavo de cada palabra que de mi boca sale, que mi boca saborea, que mi boca degusta.

Os lo exhorto. Donde no se buscan mentiras en las palabras, donde la razón no se camufla de rencor o se pinta de altiva. Donde la ignorancia solo es un monstruo de la mitología que combatían con capas y espadas. Donde no hay cabida para la decepción, el dolor, el fracaso, el rechazo. Dejadme en mi mundo, donde todo se recibe con los brazos abiertos y es una sabia lección. Donde por no llorar se ríe, y abrir el corazón solo supone el riesgo de que te lo enternezcan más de la cuenta.

Y que si huyo de la realidad de vez en cuando ¡pues dejadme hacerlo tranquilo, rayos! ¿O acaso yo dejo que mi vida navegue mientras observo gritando tierra a la vista y otro lleva el timón? A la deriva los sentimientos salen por sí mismos y no rascando las paredes, escavando desesperadas por encontrar la luz, su razón de ser. Las virtudes jamás son vicios si otro no las tiene, la libertad consiste en expresarse sabiendo que donde la tuya acaba empieza la de otro. Los castillos se construyen en el aire, tus sueños se hacen realidad y todo lo que haces tiene sentido. Que si algo pasa es porque tiene que ocurrir, en este dulce mundo, donde te encuentras con los adecuados, das en la tecla y la verdad es simplemente bella y absoluta.

Pero, por favor, cerrad la puerta al salir, y aunque parezca una petición innecesaria, haced como que no habéis visto nada, que mientras muero día a día, espero que en mi cubierta graben mi firma de autor.

Alberto Puntas.

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