El horror de la ignorancia (1)

(Érase una vez un chico que contemplaba su alrededor. Sumido en un gobierno de ignorantes, estatal o social, en los pequeños y los grandes ámbitos, este chico curioso y vivaz se sentía angustiado. ¿Cómo podía la ignorancia gobernar sobre la razón? Este chico huía sin parar, de toda sinrazón,  de la que se habla con orgullo, de las personas ignorantes que alardeaban de gobernar sobre la razón. Huía sin parar, pero era el que menos corría, porque corría sumido en sí mismo.)

Se le cae el cielo, de lejos pesado,
y no le aplasta sino le socorre
de la mala suerte que sobre él corre
de discernir en sí taras, osado.

De aventurarse a descubrirse, osado,
y para huir de su ignorancia corre
que más altas han caído que esta torre,
si a veces nada, otras todo, ahogado.

Si se desahoga hace mal, no puede
sino enmendar lo que mal en sí cabe,
pues lo que mal en sí cabe hiere, imperfecto

y si de por sí ya lo es, imperfecto,
el voluntario errar hace que acabe
mal, sumido. Que el silencio se quede.

Alberto Puntas.

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