No me salen las cuentas.

Cedo mi entropía al mundo,
me quedo en cero, ellos en uno,
pongo orden al concierto,
ellos caos en lo verdadero.

Incandescente me enciendo
con lo que apaga al fuego.
Luchar parece ser una rutina,
una costumbre, pasa inadvertida.
Que vivir en la penumbra
de lo que te rodea solo hace
que el destello connatural, inherente,
sea apagado, e incandescente
se vuelve fresco, frío, helado, gélido.

Todo es geométrico,
me salgo de lo tétrico
para darme el placer de hacer
de mi vida un teorema
que se tuerce,
de proporcionalidad inversa
impermanente.

A más esto, menos lo otro.
Si yo solo intento encontrar
el ángulo suplementario
que me allane el terreno,
o el complementario,
que me deje lleno.
O el que me de el tiro justo,
para ir a acertar.

Ser tan solo derivable,
sin esos picos de cambios
bruscos, toscos, abruptos.
Que lo pertinente suavice
la curva emocional que me acaece,
que aunque irrelevante, se retuerce,
se estremece para embarazar.

Un escalofrío.
A más esto menos lo otro,
nada es suficiente,
todo cambia nada permanece,
me encierra una rima, el reto me enternece,
el imperativo categórico que persigue un fin,
la teleología que no sirve para nada,
solo sé que no se nada,
el ser es y el no ser no es nada,
todo es nada,
todo existe,
nada.

No, no, no, no,
para, para, para, para.
¡Ya basta! Despacio. Ya.

Comeos vuestros sofismos,
vuestras falacias, estupideces
de presiones colaterales
y daños pluridireccionales.
El producto de todo esto es nada,
el producto de todo esto,
es la suma de todo y yo.

Nada. Cero. Orden. Caos.

Somos de forma
impostada heterogéneos.
Sois grumos
en mi serenidad disuelta,
de mi entropía cero
tendente al infinito.
De vuestra entropía infinita
tendente a qué.
¿A qué?

Dudas, dudas, dudas,
¿verdad absoluta?

Me doléis
cuando intento integraros,
hallar el área de
los elementos dados.
Dados, dados. Dardos.

Sois más mentira que verdad,
más muerte que vida,
y si actuarais con lo que predicáis...
Me lo reservo, no me lo reservo,
no sé qué es lo que más os molesta,
si es mi intención,
o una ilusión funesta.
Solo sé distender,
entre lo bueno y lo malo,
y creo que me voy volviendo plástico,
y me desprendo de mi forma original.

Acabo por ser
una única mancha en este mantel
blanco, perfecto, impoluto,
en el que coméis
con la boca abierta,
masticando, escupiendo,
carcajeando, charloteando.
Esa mancha, vista solo
por los más neuróticos,
los observadores que,
de forma contraproducente,
única, sorprendente,
se vuelven tóxicos,
se preocupan por pensar,
observar.

Molestos, claro.
O ¿es mentira, que en este
vuestro hermético recipiente,
de sucios valores, puras ilusiones,
la razón solo es señal
de un grave error
en la ecuación vital?

Haced vuestras matemáticas,
que comienzo a hacerme cero
para hacerme mil,
ser sincero sin ser vil,
recrearme a mi, yo, me, conmigo,
no contigo, te, tú, por ti.

Quizás me arrepiento,
de haberme asomado,
haberme ensuciado de cielo,
y ahora recubierto de aquí,
me resbalo,
repto hacia mi proporcionalidad directa,
mi constante, mi determinante,
me calculo, me hago fácil,
en vuestro nefasto, fatuo,
inepto, inútil, sucio,
rastrero, bajo, infame,
aunque honesto, humilde,
acordado y casi unánime
sistema de ecuaciones artificial.

Alberto Puntas.

Instagram: @elpuntilloso

Facebook: El Puntilloso

Canal de Telegram: https://t.me/elpuntilloso


Comentarios

Publicar un comentario

Deja tu comentario, duda u opinión.