Lo siento.


Hoy es de esos posts míos un poco melancólicos y aparentemente trasnochados. Hoy voy a hablar de cosas que ya se saben, de cosas obvias que no saltan a la vista. Del dolor que solo aparece cuando llevas un rato en la cama, de esa canción que lleva en tu cabeza años, de ese libro que te pone los vellos de punta, de esas personas que viven en la boca de nuestro estómago. Para hablar de esto solo se me ocurre una forma de empezar: lo siento.

Lo siento mucho. Me pido disculpas por tratarme mal. Por mi inconsciencia, por mi incoherencia. Callarme nunca fue lo mío, quizás siempre hable de más para quien escuchaba de menos. He vivido tan encerrado en mi mismo, que a veces las personas que más estaban para mí son para las que menos he estado. Dentro habitaba el anhelo, esas otras que normalmente suelen pasar de largo cuando te ven, que solo tienen sonrisas y palabras. Solo sonrisas y palabras. Me preocupaba tanto encajar para quien no me encajaba, tener cariño para quien me parecía que le faltaba. ¿Dónde quedaron todos los supervivientes a mis tempestades? Los que salieron a flote de mis terribles problemas, los que cantaban conmigo y jugaban conmigo y no de mí. Me acuerdo ahora tanto de vosotros. Me acuerdo, ahora, tanto de mí.
Entiendo perfectamente cómo he podido dejar que todo esto pasase justo delante de mis narices sin que yo me enterase. Declaración de intenciones: no todo ha sido malo. Por suerte he sabido conservar a otras personas y mantenerme al pie del cañón con otras relaciones. Mi novio, mi madre o mi mejor amiga me vienen enseguida a la cabeza. Son los que me hacen sentirme orgulloso y a la vez lo suficientemente agusto como para que esa pieza no falte. Es en parte, gracias a ellos, que hoy me acuerdo de esos otros, todos esos amigos que estuvieron para mí y para los que no estuve a la altura.
Es en estos trayectos horribles de autobús a Granada en la oscuridad y el frío de los domingos por la tarde donde veo a todo el mundo pasar por delante. No puedo evitar fijarme en que todo el mundo parece tener a alguien y preguntarme ¿a quien tengo yo? Eso creo saberlo, pero enseguida viene otra pregunta, ¿a quién podría tener y he perdido en el camino?
Es una maldición el autosabotaje. También es ese pantalón desgastado que siempre nos ponemos. Sabemos que nos queda bien, sabemos donde se ajusta y donde queda suelto, pero sobre todo sabemos que todos nos dicen que nos queda de lujo. Es en la soledad, frente al espejo, donde la realidad se impone y nos grita. Ese pantalón está desgastado, probablemente sea hora de tirarlo antes de que sea demasiado tarde. El autosabotaje, que pienso que es común a todos, nos queda bien, nos es familiar y sobre todo nos identifica con quien creemos que somos. Dos palabras clave: identifica y creemos.
La identidad de quien se conoce mejor que nadie, de quien se sabe y lo sabe todo, de quien es predecible para sí mismo y de quien ha encontrado su camino. De las virtudes y los defectos: “yo soy así”. De las presentaciones y las advertencias, de las disculpas y la consciencia. De la autocompasión. De ver enseguida los errores propios y ajenos, los aciertos propios y ajenos. Determinamos nuestra parte de responsabilidad en lo que nos pasa mediante nuestra identidad, y es mediante la misma que nos justificamos cuando no estamos a la altura.
La creencia de quien necesita la certeza, de quien no da un paso en falso y pone un pie delante de otro sin miedo. Del valor de vivir, de la identificación de los sucesos y los sucesores y los sucesivos pensamientos que vienen y van, vienen y van. Creer es pensar que pensamos, pensar que todos piensan y pensar que pensamos a veces lo mismo. Creer es aventurarse a encontrar cosas favorables en la vida pese a las desfavorables. Creer es creer, y yo creo que ha llegado el momento de desidentificarme con lo que soy.
No sé si he estado siendo quien soy, y si soy lo que he estado siendo. Sé que me ha preocupado mucho lo que quería llegar a ser y tener y predicar y aparentar. Me he dejado tanto en el camino. ¿Las redes sociales, el bombardeo de imágenes o tan solo nuestra naturaleza social? Sinceramente no lo sé. Quizás se me de mal identificar mis objetivos, creer en las personas o creer que he identificado lo que de verdad quiero. Me he pasado mucho tiempo desafiándome y superando retos, demostrándome que era capaz y que no era para nada tan poco como creía que era, no en todos los aspectos ni mucho menos pero sí en varios y variados.
Es con este lenguaje casi snob y elevado que me pido perdón y os pido perdón. A los que no erais un reto y estabais fácilmente a mi alcance. Los que estabais ahí. Los que me reíais las gracias sin parar, los que confiaban en mi y los que me escuchaban. En esto hay mil defectos involucrados, entre ellos la inconstancia, la cobardía, la falta de perspectiva y, el principal, el autosabotaje. Me pido perdón por confundirme, por pensar que sabía lo que pensaba. Por luchar contra mi mismo y no contra mis barreras. Se ha librado una guerra civil entre mis debilidades y la necesidad de superarse a uno mismo. Nadie ha ganado, todo está destrozado y ahora solo quedo yo, con las mismas debilidades y la misma necesidad. Es desde esta perspectiva que he visto algo. No pasasteis por mi vida en balde, aunque pasasteis rápido y es ahora cuando la melancolía me atrapa. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Cualquier tiempo pasado fue peor. Qué pudo pasar, qué pasó, todo son memorias que no viven ni se materializan. Me pido perdón, os pido perdón, os doy las gracias, me doy las gracias. En mi pequeño mundo, todo está en marcha y cerrado por obras. Es tan fácil querer a quien te quiere, que a veces simplemente se nos olvida. Yo os quiero, aunque sea todo tan fácil junto a vosotros. Pese a que sea todo tan fácil. Porque con vosotros, es fácil y fue fácil.

Alberto Puntas.

Ko-fi: Donación por el precio de un café. Accede aquí y haz click en commissions.

Patreon: elpuntilloso

Instagram: @elpuntilloso

Facebook: El Puntilloso

Canal de Telegram: https://t.me/elpuntilloso

Comentarios