
Todo empezó como una broma. Me abrí Instagram para colgar cosas absurdas, que de eso sé, y como nunca me han gustado las redes sociales, pues me puse este nombre. Qué hago aquí, si esto no me gusta. Lo de por qué no me gustan lo dejo para otro blog. Así tengo razones para volver más pronto que tarde.
Entonces me quedé pensando. Dudo mucho, pero mucho, que una frase me describa más que esa. Qué hago yo aquí, si esto no me gusta. Ciclos de ilusión-desilusión, la búsqueda de la pasión, sentirme lleno con cada día que pasa. Que no lo niego, es ambicioso, pero nadie ha dicho que lo ambicioso sea malo. ¿Inalcanzable? Qué más da. Lo importante no es llegar a conseguirlo, si no sentirme cerca. Nadie se tira de un avión en paracaídas pensando en que todo puede salir mal, o trepa una montaña pensando en resbalarse. Pues yo no voy a vivir con miedo a que salga mal, a no llegar a mis metas. Pido lo mismo para mi que para los alpinistas, faltaría más.
Así que aquí estoy. Sigo siendo Alberto Puntas, encuentro algo de nombre artístico en mi nombre, prueba fehaciente de que, efectivamente, se me da bien lo del absurdo. Pero ahora ya no soy “solo” Alberto Puntas. Ahora soy, Alberto Puntas, el de Qué hago aquí si esto no me gusta. ¿El principio de un fracaso? ¿Me resbalaré a mitad de la montaña?
Vale, tenemos el nombre y el autor. El mensaje, a continuación:
¿Qué nos gusta de verdad? No vale la serie que te estás viendo, o tu libro favorito, me refiero a qué nos gusta hacer de verdad. ¿Tenemos algo que nos guste de verdad? Quiero decir, algo que nos hubiera gustado hacer desde pequeños y que haremos hasta que nos choquemos con la frente en la tapa. Puede ser que haya gente, muy privilegiada en mi opinión, que haya desarrollado esta pasión vital. A mi lo que me dan es envidia. Realmente todo me ha gustado un rato y ya está. Se me ha pasado y yo he saltado a otra. A veces mucho antes de lo que me hubiera gustado, pero se acabó. Entonces me pregunto, cuando dejo algo a medias por quincuagésima vez (la cincuenta), ¿qué hago yo aquí, si esto no me gusta?
A ver, ¿puede haber algo más irónico? Claro que no te gusta, pero ¿qué te gusta? Me gusta expresarme, me gusta hablar, dar mi opinión aunque a veces peque de pretencioso y vehemente, me gusta sentir que tengo algo que decir, algo que criticar, algo que se me olvidó pensar. Y creo que eso es lo que de verdad me gusta, pero ¡por favor! Eso y nada es lo mismo, búscate otro hobbie que, además, te procure una mejor salud mental. Pero me encuentro pensando y, pensando, en ningún momento se me ocurre decir “qué hago aquí si esto no me gusta”. Ni hablar. Sí lo pienso mientras escribo esto, cuando empecé el libro que dejé a medias, cuando empecé a subir música a internet, cuando me abrí Instagram o cuando pienso en abrirme un podcast. Qué hago aquí.
Nombre, autor y mensaje. Hecho. Creo que es justo para el que me lea, una declaración de intenciones.
He nombrado ya la dichosa palabra que me persigue: pretencioso. Siento que dar mi opinión es pretencioso, que hago como que sé algo y que, aun ignorando la práctica totalidad de la información, me atrevo a opinar a riesgo de equivocarme. Que sí, que puede ser que todo sea fobia a eso, a equivocarme, al fracaso ¡qué sarcástico, en serio! Como si hubiera tenido éxito en algo a estas alturas, a mitad de camino de todo. Así que de nuevo en medio de esta crisis existencial vengo a escribir fingiendo que va a ser distinto y esta vez va a ir en serio, y le pongo un nombre, hablo de mi como un “autor” de algo, doy un mensaje y declaro mis intenciones. ¿Qué son las intenciones, si no son meros aires de grandeza? Pues sí, aquí vengo con aires de grandeza. Un día os hablaré de matemáticas, otro día del libro que me esté leyendo y otro día vendré filosofando. Es más, el día que menos os lo esperéis, vengo con un texto lleno de metáforas que a veces ni yo mismo entiendo, haciendo como que digo algo cool, que me ensalza, que me eleva, cuando en realidad siento vergüenza cada vez que releo mis cosas, porque me parece pretencioso. Como si yo tuviera algo que decir.
Pero vamos, que me da igual, que os lo voy a decir igual. Muchas tardes, y buenas gracias.
Alberto Puntas.
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