“El verdadero salto está entre no hacer nada y hacer algo”.
Hay conceptos que solo dependen de un instante: el instante en que comprendes que lo has entendido. El paso a la acción o lo erosivo de la ociosidad. He tenido que llegar a estar verdaderamente preocupado por no hacer nada para comenzar a hacer algo. Con la carrera, por ejemplo. Me dejó de gustar hace casi dos años. Sin embargo, me he dado cuenta de que la desgana era una cuestión de perspectiva. Ahora que he descubierto que internet es ese lugar al que acudes a compartir lo que haces, afronto mis estudios de otra forma. Ya no lo hago por llegar a un examen que no me importa y sacar una nota que no me sirve en algo que no me gusta. Lo hago porque disfruto el proceso (es suficiente) y al final me queda algo que compartir. A eso sí estoy dispuesto: a compartir lo que sé. Estoy verdaderamente dispuesto. Ha sido un instante, pero ya sé que estaba equivocado.
“No creo que quieras su compasión. Es mal sustituto del amor”
Es increíble que ni siquiera eso consigamos, ni siquiera estar cómodos en un momento de calma. No obstante, nos contamos sin falta nuestros problemas. Nos hacemos listas, descripciones detalladas. Esperamos encontrar el oído perfecto en un cuerpo tan incómodo como el nuestro. Nos miramos con pensa y nos encontramos así. La compasión es mal sustituto del amor. Aunque es más fácil querer a otro. Siempre resulta más sencillo y asumible.
“La firmeza del espíritu que solo asiste a quienes, mejor tarde que nunca, han encontrado un propósito a sus vidas y lo persiguen con la ferocidad que da el tiempo derramado en vano.”
No dejo de derramarlo. El tiempo que me ha llevado conocerme ha sido invertido de una manera tan banal. No es justo lo pronto que empezamos a tomar decisiones, con la inseguridad de la inestabilidad emocional, la flaqueza y la debilidad de la inexperiencia. Ahora me siento perdido. Tengo que comenzar a desconocerme para que todo lo que empiezo a ver cobre coherencia. Tengo que alinearme con mi propia imagen.
Me quise ver solo por despecho y me arrepiento. Me quise vender a la ciencia pura y no encajo. La lógica formal suplantó a la identidad de mis emociones desbordantes y ahora no me reconozco. Aunque sí me reconozco. A quien no reconozco en realidad es a la persona que pensé que era. La persona que ha recorrido todo este camino. Ahora viene lo complicado: seguirlo con ferocidad, aún sabiendo que no era yo.
Alberto Puntas.
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