Al principio fueron un par de días sin escribir. Me sentía culpable. No un poco, sino mucho. Entonces pensé que estaba, como siempre, exagerando. Era así, sin duda. No sé andarme con medias tintas. Llevo dos meses sin parar de publicar todos los días sin falta en redes sociales y en mi blog. Es mi proyecto, aunque ahora a veces pienso que lo era. Pero lo es. Lo que me pasa es que soy irremediable. Un día no me apetece escribir y no pasa nada. El problema viene cuando me encuentro sin haber escrito: entonces me siento irresponsable y abandonado. Decidí que la diferencia era imaginaria y me dejé llevar. La verdad es que han sido unas semanas emocionalmente convulsas. Iba a dedicarme a la informática, ahora quiero ser profesor. Antes quise ser economista, y antes de eso quise dedicarme a la informática. Quise ser médico, físico, investigador, economista, informático, economista e informático, informático, administrativo y luego informático. Ahora quiero ser profesor. Mañana no sé que querré ser. Ahora me creo así, cambiante, creo en mi y en mi cambio constante. Antes no ocurría. He estado mucho tiempo incrédulo y escéptico de mi mismo. Pensaba que no saber qué hacer y a la vez estar totalmente seguro de lo que quería hacer me convertía en una persona mentalmente inestable y poco de fiar. Ahora me doy cuenta de que soy así. Cambiante como el viento, indomable. Indomable en el pleno sentido de la palabra: ni por mi mismo. Actúo contra todas las voluntades sin doblegarme, ni siquiera ante la mía propia. Soy como las raíces del árbol, abriéndose paso a través del asfalto, la naturaleza imponiéndose ante lo artificial.
El asfalto es la autoayuda, los consejos convertidos en la verdad. La naturaleza somos nosotros. Ahora estoy escribiendo, pero llevaba ocho días sin escribir. Estaba reciclando textos. Llevaba más días aún sin leer. Estaba reciclando recuerdos. Ahora me estoy reciclando yo. Es un poco impactante, pero creo que como siempre me acabaré acostumbrando.
No quiero dejar de escribir ahora. Me cuesta tanto comenzar que al hacerlo no sé cuando parar. Probablemente mucho de lo que escribo esté manchado de mi estrés emocional. Es lo mismo que decir que lo que escribo está manchado por mi. Supongo que es análogo a lo que me ocurre con mi vida, que la veo siempre manchada por mi, estropeada por mi. En realidad yo soy mi vida, esa es la dura verdad a la que me enfrento. He leído la positividad exhausta de Albert Espinosa y el pesimismo deprimente de Arthur Schopenhauer. Me reflejo en los dos y ninguno me gusta. Son como el espejo antes del verano, la primera sesión en un psicólogo. Son las primeras palabras después de un tiempo sin escribir.
Dentro de mi conviven un director de marketing, un escritor empedernido, un matemático frustrado, un profesor carismático, un eterno frustrado incompetente que sin decidirse por nada lo abarca todo y no aprieta. Siempre quiero acabar mis textos con una frase profundamente sonora, llenarlo todo de palabras y palabros rimbombantes, para causar impresión, para desatar el embrollo que soy en un texto que refleje mi incomprensibilidad. En realidad creo que me gusta que me entiendan. He estado tan acostumbrado a no dar con las personas adecuadas que convertí mi pena en hábito. Así aprendí a vivir con ella. Igual que cuando hace un par de años dije que quería estar solo a partir de entonces. Convierto mis penas en hábitos como quien convierte el agua en vino solo para hacer la velada más llevadera. También convierto mis penas en letras, porque eso también sé y he sabido siempre.
Ahora tengo ganas de contar toda mi vida, pero hago un ejercicio de contención y me dejo aquí, con ganas de más. Había venido a decir que fueron dos días y un poco de culpabilidad. En realidad han sido ocho días de abandono. He vuelto a verme sentado en el sofá, sin hacer nada, sin ganas de hacer nada, sin entender nada. Todo ocurría mientras he comenzado a dar clases, he decidido estudiar, por fin, filosofía y he celebrado con mi familia. A lo mejor estoy tan habituado a la pena que la alegría me parece hostil. Me gusta tanto estar triste, que no sé qué hacer cuando no lo estoy. Pero ahora creo que estoy contento y escribiendo, aunque no estoy muy seguro de ello.
Alberto Puntas.
Donaciones para apoyar mi contenido click aquí
Patreon: elpuntilloso
Instagram: @elpuntilloso
Facebook: El Puntilloso
Canal de Telegram: https://t.me/elpuntilloso
Comentarios
Publicar un comentario
Deja tu comentario, duda u opinión.